abril 23, 2010

"El placer de leer"

¡Leer es un placer!

Al menos para mi así es, los libros, lo mismo me invitan a soñar que a imaginar, a perderme en el mar de mis pensamientos o de mis recuerdos, todo depende del momento.

La seducción empezó hace unos años atrás, cuando mi conciencia empezaba a madurar, me miraban de lejos y una imagen o conjunto de palabras destacadas robaban mi atención; desde entonces, soy vulnerable. No puedo evitar dejarme llevar a sitios insospechados o a mundos lejanos, me entrego en cuerpo y alma a conocer culturas, a escuchar historias, a encarnar personajes, a explorar ideas y a perderme en un mar de sensaciones. 

Nadie puede culparme de buscar un refugio en los libros, en mis invaluables compañeros y guías en ciertos momentos, todos ellos son el perpetuo reflejo de algunas historias y etapas en mi vida. Así que comprenderán que no puedo evitar hacer un homenaje (como muchos en todo el mundo durante el día de hoy) a esa magnífica creación del ser humano: "los libros". Y la forma que encontré para hacerlo, fue compartir con ustedes los títulos de los 7 libros (el 7 es uno de esos números que se aparece constantemente en mi vida) que más he disfrutado y han dejado huellas de trascendencia en mi persona.  

¡No saben lo difícil que fue elegir sólo 7!

¡Se los recomiendo ampliamente! ¡Pero aclaro!, no me hago responsable del cúmulo de sensaciones que invadirán a su cuerpo y mente si es que deciden leerlos. La decisión es bajo su propio riesgo... Sin más aquí están:

  1. El señor de las moscas (William Golding)
  2. Cuerpos sucesivos (Manuel Vincent)
  3. De grandes emociones y pensamientos imperfectos (Rubem Fonseca)
  4. Narciso y Goldmundo (Herman Hesse)
  5. Brida (Paulo Cohelo)
  6. Memorias de una geisha (Arthur Golden)
  7. Ensayo sobre la ceguera (José Saramago
Aprovecho la oportunidad para agradecer nuevamente a las personas que pusieron estos textos en mi vida. 

Si decides leerlos o ya lo hiciste, te invito a comentar con el mundo tu experiencia.

Inteligencia y pensamiento

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La inteligencia vista como la capacidad de conocer, analizar y comprender, es sin duda una de las características más destacadas de la especie humana. Pero la inteligencia por sí misma no basta para determinar nuestro éxito de supervivencia, lo verdaderamente trascendente de esta característica es la forma en cómo  la aplicamos y nos beneficiamos de ella.



Las experiencias cotidianas nos permiten desarrollar habilidades y destrezas; por ello, no debería sorprendernos que conforme más aprendemos, nuestros procesos mentales –tanto mecánicos, como creativos- se realizan en menor tiempo y con mayor eficiencia.

Sin embargo, en los seres humanos existen diferencias notables en la forma en que se realizan estos procesos mentales, esto hace que una persona destaque más que otra y sea considerada “brillante”. La pregunta es: ¿se debe a su inteligencia?
Tradicionalmente se ha considerado que sí, pero, aunque si bien es cierto que es un factor importante, también lo es que no determina por sí sola el éxito de la persona en la resolución de un problema o en la toma de decisiones. Se requiere también de información y algo no menos relevante: PENSAR.
inteligencia

Pensar es un proceso mental natural, es decir, siempre nuestra mente está generando ideas, el detalle es que los patrones normales del pensamiento son limitativos; esto quiere decir que las personas se limitan a identificar situaciones y a aplicar respuestas estandarizadas, comunes. De ninguna manera digo que esto esté mal, sé que muchas situaciones no requieren de más, simplemente estoy acotando que esto no siempre es suficiente. En palabras de Edward de Bono “Ser inteligente no significa saber pensar”.

De acuerdo con este autor, el pensamiento tiene dos fases: la percepción y el procesamiento. La primera tiene que ver con la forma en que vemos el mundo y la segunda con lo que se hace con toda esa información. Así pues, el éxito o fracaso en la resolución de problemas, a diferencia de lo que muchos piensan, depende de la percepción más que del proceso lógico; si la percepción es errónea, el resultado también lo será.

La diferencia radica entonces en aprender a identificar los elementos de una situación, analizar el contexto, las posibilidades y las alternativas y hasta entonces tomar decisiones o solucionar el problema.

La moraleja:

Pensar es un proceso que se aprende y no está directamente determinado por la inteligencia del individuo, depende de los estímulos a los que esté expuesto el sujeto y de lo que haga con ellos, así que: para ser brillante, ¡es necesario aprender a pensar!